lunes, 21 de septiembre de 2009

Sobre COCTEL SELVA NEGRAº

Escribe: Harold Alva
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Cóctel Selva Negra, es el quinto volumen de una colección que Ediciones Altazor pone en nuestras manos, para sumergirnos en la literatura de un modo fresco, dinámico, hábil, particularmente es un honor que mi Burdel, osea mi novelita - no se asusten - sea el número cuatro, “cifra perfecta” diría Sergio Barandiarán con el desatado humor de sus respuestas. Pienso que una colección en la que participan Carlos Rengifo, el narrador urbano sobre quien escuchábamos mil y una historias en el centro histórico de Lima, durante la década pasada; César Sánchez, el Benjamín de la literatura peruana post 2000, quien ya nos ha entregado tres fantásticas novelas y Marco Cárdenas, el irreverente escritor que se atrevió a humanizar a Jesucristo con su Quinto evangelio, es, sin duda, un verdadero cóctel que nos llama como una tentación y por supuesto, Sergio Barandiarán, un provocador para aquellos que aún no se atreven a alimentar o construir una tradición de género en nuestra tan manoseada literatura.
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Sergio es filólogo, habla siete idiomas y medio, según nos apunta la biografía de la solapa de su libro, es guía de viajes y ha trabajado en diversas empresas en Alemania y Suiza, esto de por sí ya es una advertencia que nos permite especular sobre qué va su primera novela. Cuando Willy del Pozo me invita a que la presente, no hice sino agradecerle por la responsabilidad que significaría sumergirme en las historias de este desenfadado texto.
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Cóctel Selva Negra es el inventario de la memoria de un enamorado del mundo, su destreza para hacer amigos bien le habría valido tenerlo como un diplomático de fuste, Carlos Hayes, su personaje, hace de los territorios por donde suceden sus anécdotas una geografía cercana, es tal la naturalidad con la que narra que borra todos los kilómetros en la más exacta característica de lo que significa habitar una era global. Esta novela es, qué duda cabe, la expresión de un ciudadano del planeta que no se guarda nada por exorcizar sus demonios, y que de yapa exorciza los demonios de los otros, sus personajes, a quienes describe con una particular alegría y nostalgia.
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Yo diría que este Cóctel es mas que una novela homoerótica, está en esa línea, pero la trasciende, en realidad es odioso clasificar a un libro, pienso que cuando hablamos de literatura se debe hablar de libros más allá de afanes meramente clasificatorios que terminan excluyendo a un género de otro, el resto es accesorio, digamos que empleamos el término para darle una concepción moderna al amor y al deseo que cruza estas historias, y como aquellas expresiones son en su mayoría manifestaciones explícitas y sensuales, entre personas del mismo sexo, entonces acuño la odiosa palabrita.
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No voy a contarles tampoco de qué va la novela, eso sería como adelantarles el final de una película y seguro más de uno terminaría apagándome el micrófono, simplemente comentaré algunas escenas, algunas anécdotas como flashes de una cámara fotográfica que los ojos del buen Sergio han capturado para la perpetuidad. Se dice que una obra es de calidad cuando permite que nos reconozcamos en alguna de sus historias, de hecho que en este Cóctel nos reconoceremos en varias de sus páginas, desde la historia del jovencito que llega a estudiar con una beca a un país extraño, hasta en el fastidiado trabajador de una aerolínea que no sabe cómo renunciar y que se siente aliviado cuando indirectamente lo invitan al retiro, que es el mismo Carlos Hayes. O quién alguna vez no se ha sentido pésimo cuando, ya en confianza, la novia confiesa sobre los romances que ha tenido, y bueno, dos, tres o máximo cuatro experiencias sexuales son entendibles, pero cuando sigue enumerando a los amantes y la lista pasa la docena, de hecho que molesta, sin embargo con aquello de que “lo que no fue en mi año no me hace daño”, hay que, a regañadientes, sujetarse del silencio e ingresar, qué queda, otra vez, con ella, o con él, a la cama. Cuando Sergio titula Cóctel a su novela, da en el clavo, este libro es eso, un cóctel de situaciones, de anécdotas, de chismes, es tal el mundo de su autor que le ha pasado casi de todo, lo mismo a los personajes que nos presenta con esa cualidad de creador que no permite que le gane la tristeza en los trágicos episodios, o la fantástica historia de su amiga hermafrodita, el ejpectacular venezolano, la jubilada brichera, o sobre las mentiras de Gabi B. que lo ubican como un narrador que no se detiene e incorporar los elementos de la Internet para enriquecer esta novela. No voy a contarles el final, no se preocupen.
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Yo los invito a ingresar a la selva negra, Sergio ha escrito una novela con personalidad, el lenguaje como elemento ha sido el acertado, más allá de la sexualidad de las historias, como instrumento comunicante, permanece limpio, es, en efecto ese buscador infatigable que reclamaba Virginia Woolf.
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Yo felicito la publicación de esta novela, de este libro como lección de entrega, como resultado de búsqueda, de liberación. Cuando un autor se retira de los falsos cánones a los que nos arrincona la moral, estamos frente a alguien superior a su naturaleza mortal, la ha trascendido, un libro hace que el ser humano derrote a la muerte, el hombre se queda en su libro y el libro está condenado a no cerrar jamás los ojos.
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Con Cóctel Selva Negra la literatura ha ganado un nuevo hijo. Salud por el papá y salud por su partero.
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º Texto leído en la presentación de la novela CÓCTEL SELVA NEGRA, el jueves 17 de setiembre del presente, en el auditorio del Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica. En la foto: Sergio Barandiarán.

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