martes, 26 de enero de 2010

Sobre MIGRACIONES de VÍCTOR CORAL: En busca de los poetas malditos.

Escribe: Ricardo González Vigil.
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Después de haber madurado artísticamente en su segundo poemario (“Cielo estrellado”, 2004), Víctor Coral (Lima, 1968) mostró sus dotes para la novela con “Rito de paso” (2006). Luego siguió explorando la escritura poética con “Parabellum” (2008) y recientemente nos ha entregado su segunda novela: “Migraciones” (2009). No solo lo caracteriza la destreza para cultivar a la vez la poesía, con algunos componentes narrativos, y la novela, sustentada en una visión poética de símbolos que prestan hondura a los sucesos narrados. Ostenta, además, capacidad para manejar registros muy diversos en estilo, tema y codificación literaria (géneros, tendencias expresivas, niveles del discurso), tanto en sus poemarios como en sus novelas.

Concentrémonos en el Víctor Coral novelista. Escrita en tercera persona gramatical, “Rito de paso” pertenece a la literatura de anticipación (la llamada ciencia-ficción): una Lima del futuro donde el Complejo pretende dominarlo todo incluyendo los sentimientos y los sueños. La presentación del volumen anota el magisterio de “Kafka con Calvino”; podría añadirse las fabulaciones anti-utópicas de sociedades-colmenas: Huxley, Orwell, Saramago (“La caverna”), etc.

En cambio, “Migraciones” fluye en primera persona gramatical, ironizando que sería un recurso exigido por el editor para que el libro seduzca rápido al lector: “Odio la primera persona. Me parece fácil, vulgar, y además propensa a inmiscuir en el relato aspectos de la esfera íntima. Sin embargo, un amigo editor me induce a utilizarla. Te acerca más al lector, dice, hace que la historia sea más verosímil”. (p. 9). La mención del editor y el que el protagonista (Bruno Larco) sea un poeta escribiendo una novela, torna patente la importancia de la metaliteratura (literatura que habla de la literatura, particularmente del libro que estamos leyendo) en “Migraciones”, a tal punto que resultan fundamentales tres poetas reales: los peruanos Oquendo de Amat y Martín Adán, y el español Leopoldo María Panero.

La segunda parte consta de las supuestas cartas que Panero escribió a Bruno contándole por qué y cómo realizó un viaje a Perú. Coral traza las afinidades electivas entre tres “poetas malditos” al borde de la locura: Adán y Panero se recluían en manicomios y los versos centrales de Oquendo según Panero son: “Tuve miedo / y me regresé de la locura”. Tres formas del “exilio interior”, para decirlo con un término aplicado a Adán por Mirko Lauer. Los viajes-migraciones enlazan Lima (sede de Adán, donde llegó a vivir Oquendo y arriba Panero para conocer a Adán), el sur del Perú (sede de Oquendo, donde cumplió una “temporada en el infierno / purgatorio / paraíso” Adán viviendo en Arequipa y visitando Cuzco, y arriba Panero para sentir “iluminaciones”) y España (sede de Panero, la asume en su teoría del “barroco” Adán y ahí muere Oquendo).

Las partes primera y tercera ritualizan el vacío existencial de Bruno (borracho como Adán y narcotizado como Panero), admirador de los “poetas malditos”. Migra de Lima a España, y vuelve a Lima; investiga las huellas de Oquendo y mantiene correspondencia con Panero. En ello subyace una “búsqueda primordial” (p. 41) al modo de “Los detectives salvajes” de Roberto Bolaño, autor a quien Coral retrata haciendo que Panero descubra a Martín Adán (véase la p. 66). Si los detectives de Bolaño rastrean a una autora vanguardista; en “Migraciones” se acoge el legado de los “poetas malditos” del vanguardismo (Adán y Oquendo) y la posguerra (Panero).
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En la foto: Ricardo González Vigil.

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